lunes, 31 de mayo de 2010

Claves para prevenir el estreñimiento infantil


Habitualmente los niños, al igual que los adultos, sufren de algunas alteraciones digestivas que, sin ser graves, provocan grandes molestias a los menores que las padecen y un buen susto a los padres, que intentan hacer cualquier cosa por tratar de solucionarlas.

Una de las alteraciones más comunes, que se presenta en aproximadamente 2 de cada 10 niños y 3 de cada 10 lactantes, es la estitiquez o estreñimiento que consiste en la dificultad que pueden tener en la eliminación de sus deposiciones y que generalmente –no siempre- se acompaña de una disminución en la frecuencia de la evacuación.
Sin embargo, contrario a lo que asevera la mamá del diálogo inicial, que un niño no haga sus necesidades en dos o tres días no significa que el pequeño sea estítico, sino sólo que su ritmo de evacuación es más lento que en otros niños. Así lo señala el doctor Roberto Balassa, pediatra y neonatólogo, quien asegura que "nadie ha promulgado una ley de defecación diaria obligatoria. La estitiquez no está definida por el número o cantidad de deposiciones, sino por la dificultad que tenga el niño para hacer. Es cierto que si pasan dos o más días sin eliminar las deposiciones, éstas se pueden secar y eso contribuir al estreñimiento, pero lo fundamental es la dificultad en la eliminación de las deposiciones".

Debido a esta subjetividad de la frecuencia para eliminar las deposiciones, es necesario poner atención a los síntomas que acompañan el estreñimiento pues no existen señales específicas de este malestar y muchas veces se pueden confundir con cólicos debido a la inquietud e irritabilidad que presenta el pequeño. Según el doctor, lo más común es que pasen algunos días en que la deposición esté ausente o se presente con características de sequedad y dureza que dificultan su eliminación. A esto se puede asociar el fenómeno conocido como encopresis, en el cual el intestino del menor comienza a producir mayor cantidad de mucosidades para eliminar el "tapón" que tiene y comienza a "rebalsar" pequeñas cantidades de una falsa diarrea. "En este punto se debe tener especial cuidado, pues muchas veces los padres al ver esta falsa diarrea, comienzan a suministrar antiespasmódicos y sin quererlo, aumentan aún más la estitiquez", advierte el pediatra.

¿Por qué son estíticos?

La mayoría de los casos de estreñimiento están relacionados con factores funcionales de los cuales el principal es el bajo consumo de alimentos que contengan residuos (fibra), como frutas, verduras y legumbres. Por ejemplo, mientras los niños están con lactancia materna exclusiva, es decir, hasta los 4 ó 5 meses, es normal que produzcan menos deposiciones, porque el intestino no tiene sólidos que procesar.

A medida que crecen, se van sumando otros motivos como la baja ingesta de líquido que reseca mucho la deposición, la endurece y hace más difícil el proceso de eliminación; el consumo de antiespasmódicos para disminuir los cólicos que, si se usan en forma desmedida, tienen como efecto negativo la estitiquez; y por último, un error bastante común de las mamás que para hacer engordar al niño le dan leche con fórmula más concentrada, o sea, agregan al agua más leche en polvo que lo indicado, lo cual entrega al niño un exceso de proteínas, sobrecargando el trabajo del riñón, además de provocar estitiquez.

Enfermedades de Invierno: Cómo prevenirlas y reconocerlas a tiempo

Son muchos los factores que favorecen, en lactantes y menores de dos años, la aparición y agravamiento de las enfermedades típicas del invierno. Su incipiente capacidad inmunitaria, los cambios bruscos de temperatura, la contaminación de las grandes ciudades y el hacinamiento en lugares públicos como centros comerciales o salas-cuna y jardines infantiles, a las que muchos niños asisten desde temprana edad son sólo algunas condiciones que los hacen más vulnerables.

La mayoría de ellas son causadas por virus y afectan el sistema respiratorio, por eso se les llama enfermedades respiratorias virales (ERV). En esta categoría entran desde los simples resfríos hasta otras más graves como la neumonitis y la bronco-pulmonía. Casi todas comienzan con síntomas similares al de un resfrío y pueden fácilmente confundirse con él. En este sentido, eso de "es mejor prevenir que curar", se aplica en un 100%, especialmente cuando los afectados son menores de dos años.

El pediatra Roberto Balassa asegura que siempre es preferible 'pecar de exagerados' a sufrir las consecuencias de una conducta negligente -de los padres o el médico tratante- que puede provocar graves perjuicios en la salud del menor, incluyendo daño cerebral y hasta la muerte. "A diferencia de lo que sucede en el ámbito judicial, aquí se debe presumir culpabilidad y no inocencia", dice Balassa, para graficar la forma de proceder en estos casos. Siempre es mejor descartar un cuadro grave, porque en los menores de un año, según explica, los síntomas son muy confusos, incluso para el especialista.

Frente a ciertas patologías, se podrán solicitar exámenes anexos como cultivos de garganta (para descartar una infección bacteriana agregada, por ejemplo), o informes radiológicos que confirmen un diagnóstico poco claro.

Además, los tiempos de evolución de las enfermedades a esta edad son muy rápidos y la capacidad inmunitaria del niño es aún bastante precaria. "En los dos primeros meses de vida es poco probable que los bebés hagan fiebre, al contrario, pueden sufrir hipotermia", afirma el doctor Balassa.

Por eso recomienda permanecer alertas frente a cualquier cambio de conducta en el lactante, porque si luce pálido o sus labios están morados, por ejemplo, es necesario consultar con un médico.

Cuidado especial merecen los niños muy alérgicos, asmáticos, con otras enfermedades o infecciones agregadas (como leucemia y niños con VIH inmunosupresores) pues en ellos, virus y bacterias tienden a anidarse con más facilidad.

Medidas preventivas

Hasta ahora no se han descubierto fármacos que combatan directamente las ERV y las medidas generales son más bien paliativas. Con excepción de la influenza, no existen vacunas contra otras ERV.

Para prevenir contagios, se recomienda el lavado frecuente de manos; evitar el uso de elementos comunes como juguetes, mamaderas, platos y otros utensilios de comida, lavarlos y desinfectarlos cuando corresponda; evitar cambios de temperatura bruscos, recintos cerrados y muy concurridos (supermercados o malls), espacios contaminados por cigarro, smog o calefacción en mal estado, y ventilar frecuentemente los espacios donde permanece el niño. Las ERV más frecuentes son:

1. Resfriado:

Es relativamente benigno y suele pasar sin necesidad de mayores cuidados.
Los síntomas, por lo general, son leves e incluyen tos, congestión nasal, temperatura moderada (no en todos los pacientes) estornudo, en ciertos casos dolor de oído y decaimiento. Es de fácil contagio y es por eso la ERV más frecuente. En los niños, tener 6 u 8 episodios por año, incluso 10 para algunos pediatras, son normales, siempre que no se agraven o comprometan otros órganos.

Se recomienda el aislamiento sólo en niños más lábiles, aquellos con sus vías respiratorias más comprometidas, enfermos crónicos o que por alguna razón tienen sus defensas más bajas. El doctor Balassa no estima necesario ausentarlos del jardín en el invierno para prevenir contagios, porque es una medida poco realista y que no contribuye a desarrollar su inmunidad.

No todos los niños sucumben ante un resfriado y los síntomas pueden presentarse más o menos severos, dependiendo de cada individuo, de la cantidad y tipo de virus, y de si existen enfermedades de base o recientes.

Asimismo, el doctor indica que no es cierto que los recién nacidos no se resfríen, como se cree comúnmente. "Es falso e incluso peligroso pensar así, porque en un niño de dos meses la inmunidad es mucho más débil y hay que ser mucho más exagerado en los cuidados. Si su madre lo está amamantando y ella es inmune a un determinado virus, le transmitirá su inmunidad al bebé, no así cuando el niño está recibiendo leche de fórmula.

2. Gripe o influenza:

Es una de las ERV más contagiosas y severas. Puede derivar fácilmente en infecciones respiratorias agudas, como bronquitis y neumonía. Los síntomas iniciales son parecidos al de un resfriado, pero estos virus son mucho más agresivos. Se caracterizan por fiebre muy alta, compromiso respiratorio, congestión nasal, de oídos, decaimiento mayor, sensación de ahogo y malestar severo. Los más pequeños suelen presentar náuseas y vómitos que podrían deshidratarlos. Se puede contraer desde el primer día de vida y como la vacuna está aprobada sólo para mayores de seis meses, las precauciones en los menores deben ser dobles.

Se transmite a través de las gotas de saliva diseminadas en el aire al hablar, toser o estornudar, y a través de las manos u objetos contaminados con el virus. En los niños se desarrollan con mayor facilidad complicaciones como laringitis, otitis, sinusitis y bronquitis. De no tratarse, podría comprometer otros órganos como las meninges.

La vacuna sirve para prevenir y no para tratar la enfermedad ya declarada, y tampoco protege contra el resfriado. Se recomienda para los menores sanos de entre 6 meses y dos años. En otros casos, según el doctor Balassa, su uso es discutible y dependerá de cada niño y de la visión del pediatra. Las personas alérgicas al huevo, por ejemplo, no deben recibirla.

Una vez contraída, las medidas son similares a las de un resfriado (reposo, mucho líquido) y la consulta al doctor es imprescindible. Él prescribirá medicamentos, como analgésicos y antipiréticos para la fiebre. Algunos pediatras también utilizan descongestionantes para aliviar al paciente, expectorantes que ayudan a eliminar las secreciones y soluciones salinas para limpiar las fosas nasales. Salvo que se complique con una infección bacteriana, no requiere antibióticos y el mal uso o abuso que se haga de ellos, además de un gasto innecesario, genera resistencia inmunitaria. Por lo general, se evitan antitusivos y aspirinas.

3. Virus respiratorio Sincicial:

Se manifiesta principalmente en menores de un año y es el principal responsable de enfermedades como la bronquitis obstructiva (inflamación de los bronquios que dificulta la salida del aire desde los pulmones), o la neumonitis (inflamación del pulmón).

Los síntomas: tos incontrolable con mucha secreción, obstrucción, ahogo, falta de oxigenación, diarrea con deshidratación, un silbido característico en el pecho (especialmente en la bronquitis) y compromiso general.

Puede presentar fiebre o cambios bruscos de temperatura. Un porcentaje considerable de niños requiere hospitalización. Por lo general, se tratan con inhaladores con broncodilatadores y oxígeno. Si la afección es severa, se usan corticoides.

"El problema es que a algunos niños este virus, a largo plazo, los deja con el pulmón más susceptible a hacer cuadros obstructivos y se pueden transformar en asmáticos. No en la mayoría de los casos, pero es un riesgo", precisa Balassa. Otro factor en contra es que no existe una vacuna para prevenirla.

No es tan epidémico ni tan masivo como la gripe, pero individualmente es más grave y complejo, por el compromiso pulmonar intenso que provoca.

Las medidas de prevención son similares a las anteriores, además del aislamiento para evitar la propagación del virus y otras complicaciones.

Si en el jardín infantil está presente el virus sincicial, es muy probable el contagio, pero no obligatorio, pues dependerá de la resistencia del niño y la severidad del virus. No en todos los niños los síntomas son tan agudos.

4. Laringitis:

La laringe es la zona más angosta de la vía respiratoria. Su inflamación (específicamente de sus cuerdas vocales), puede provocar una obstrucción de este conducto, impidiendo el paso del aire hacia los pulmones, situación especialmente crítica en los niños, pues su laringe es aún mas estrecha.

Los síntomas son similares al de un resfrío, junto con una tos ronca ('de perro'), afonía y posteriormente dificultad para respirar por falta de oxigenación, que podría derivar en una insuficiencia respiratoria. Este cuadro generalmente tiende a agravarse en la noche. Cuando se requiera de una nebulización, Balassa estima preferible hospitalizar al menor, para prevenir su agravamiento.

5. Faringitis:

Es la inflamación de la faringe (zona de la garganta entre las amígdalas y la laringe) y se manifiesta con irritación de la garganta, a veces de los ganglios linfáticos, dolor al tragar, fiebre, congestión nasal purulenta, dolor facial, de cabeza y de ciertas articulaciones.

Por lo general, ocurre como complicación de otra ERV o por adenoides, pero hoy en día es menos frecuente porque se trata precozmente. Normalmente no tiene complicaciones.

6. Otitis:

La inflamación del oído medio o externo es más frecuente, pero no exclusiva del invierno. Es una de las complicaciones más comunes de la influenza y afecta principalmente a lactantes y menores de tres años. Según las estadísticas, afecta a dos de cada tres niños y el peligro radica en que puede dañar la audición permanentemente.

Suele pasar inadvertida por los padres, porque sus síntomas no son tan visibles y para los bebés o preescolares es difícil expresar esta dolencia.
La irritabilidad y el tocarse las orejas son claves que permiten sospecharla.

Puede presentarse fiebre -aunque en este caso puede ser muy leve- al igual que náuseas, vómitos, dolor de cabeza, diarrea y somnolencia. En algunos casos hay hinchazón y enrojecimiento en la zona de los oídos.

El tratamiento se basa en analgésicos, antinflamatorios y en ciertos casos, antibióticos. Se sugiere aplicar calor local y dormir en posición semisentada.

Otras enfermedades de invierno:

Sinusitis, amigdalitis (muy peligrosa en menores de dos meses) y otros cuadros respiratorios, aun sin ser propios del invierno, pueden complicarse producto de enfermedades respiratorias virales mal cuidadas. En casos extremos éstas pueden provocar patologías como meningitis, encefalitis e insuficiencias respiratorias.

¿Conclusión? Padres prevenidos valen por dos.

miércoles, 19 de mayo de 2010

INDICACIONES PARA EL RECIÉN NACIDO

ALIMENTACIÓN:

Dar pecho al pedirlo el bebé aproximadamente cada tres o cuatro horas. De 10 a 30 minutos por lado; aunque su apetito es variable. No despertarlo si duerme tranquilo, aunque hayan transcurrido 6 horas desde su ultima alimentación. Dar relleno sólo si la leche materna es insuficiente, previa aclaración de sus dudas al respecto.

VESTUARIO:

Usar el mínimo necesario de ropa en primavera o verano (pilucho sin manga o manga corta, pañal, pantalón corto, etc.) En otoño o invierno dar preferencia a la ropa de algodón o fibra; sin abrigar en exceso.
Lavar su ropa con jabón en barra o en escamas, incluso la ropa nueva antes de iniciar su uso no usar detergentes.

CUIDADOS GENERALES:

Aseo de su cuerpo con agua y jabón de glicerina en barra. No usar jabones perfumados, perfumes talcos u otros artículos de tocador.
Pincelar su cordón umbilical con alcohol o Povidona en cada muda, y hasta tres días después de despertar el cordón, gotear alcohol o povidona en el ombligo por dos o tres días más.

Bañar al día síguete de despertar el cordón umbilical. Se recomienda el baño diario en la noche antes de su última alimentación. Puede usar chupete para tranquilizarlo, en forma moderada.

CUNA:

Debe tener un colchón duro. No debe ser ubicado junto a una ventana. La cabecera debe estar elevada con relación a los pies, con mayor inclinación si tiende a vomitar.
Acostar al bebé de lado (o de espalda si no es regurgitado), sin abrigarle en exceso ni usar elementos muy mullidos (pieles, plumones, almohadas, etc.).

HECHOS NORMALES:

Estornudos, romadizo leve, respiración agitada o suspiros ocasionales.
Hipo ocasional, regurgitaciones esporádica, deposiciones frecuentes (incluso al momento de alimentarse) con o sin trazas de mucosidad.
Deposiciones poco frecuentes, incluso cada dos días, siempre que sean de consistencia blanda.
Erupciones leves en la piel, párpado o nuca.
Manchas moradas en la espalda.
Temblores fino de la mandíbula, manos o piernas al agitarse o llorar crecimiento mamario incluso con salida de leche, en niñitos o niñitas. Secreción vaginal blanquecina o sanguinolenta en niñitas. Hidrocele (aumentos de volumen del escroto en niñitos) que desaparecen antes de los seis meses, y no es de gran tamaño. Baja de peso de hasta 15% en los primeros días de vida.