lunes, 31 de mayo de 2010

Enfermedades de Invierno: Cómo prevenirlas y reconocerlas a tiempo

Son muchos los factores que favorecen, en lactantes y menores de dos años, la aparición y agravamiento de las enfermedades típicas del invierno. Su incipiente capacidad inmunitaria, los cambios bruscos de temperatura, la contaminación de las grandes ciudades y el hacinamiento en lugares públicos como centros comerciales o salas-cuna y jardines infantiles, a las que muchos niños asisten desde temprana edad son sólo algunas condiciones que los hacen más vulnerables.

La mayoría de ellas son causadas por virus y afectan el sistema respiratorio, por eso se les llama enfermedades respiratorias virales (ERV). En esta categoría entran desde los simples resfríos hasta otras más graves como la neumonitis y la bronco-pulmonía. Casi todas comienzan con síntomas similares al de un resfrío y pueden fácilmente confundirse con él. En este sentido, eso de "es mejor prevenir que curar", se aplica en un 100%, especialmente cuando los afectados son menores de dos años.

El pediatra Roberto Balassa asegura que siempre es preferible 'pecar de exagerados' a sufrir las consecuencias de una conducta negligente -de los padres o el médico tratante- que puede provocar graves perjuicios en la salud del menor, incluyendo daño cerebral y hasta la muerte. "A diferencia de lo que sucede en el ámbito judicial, aquí se debe presumir culpabilidad y no inocencia", dice Balassa, para graficar la forma de proceder en estos casos. Siempre es mejor descartar un cuadro grave, porque en los menores de un año, según explica, los síntomas son muy confusos, incluso para el especialista.

Frente a ciertas patologías, se podrán solicitar exámenes anexos como cultivos de garganta (para descartar una infección bacteriana agregada, por ejemplo), o informes radiológicos que confirmen un diagnóstico poco claro.

Además, los tiempos de evolución de las enfermedades a esta edad son muy rápidos y la capacidad inmunitaria del niño es aún bastante precaria. "En los dos primeros meses de vida es poco probable que los bebés hagan fiebre, al contrario, pueden sufrir hipotermia", afirma el doctor Balassa.

Por eso recomienda permanecer alertas frente a cualquier cambio de conducta en el lactante, porque si luce pálido o sus labios están morados, por ejemplo, es necesario consultar con un médico.

Cuidado especial merecen los niños muy alérgicos, asmáticos, con otras enfermedades o infecciones agregadas (como leucemia y niños con VIH inmunosupresores) pues en ellos, virus y bacterias tienden a anidarse con más facilidad.

Medidas preventivas

Hasta ahora no se han descubierto fármacos que combatan directamente las ERV y las medidas generales son más bien paliativas. Con excepción de la influenza, no existen vacunas contra otras ERV.

Para prevenir contagios, se recomienda el lavado frecuente de manos; evitar el uso de elementos comunes como juguetes, mamaderas, platos y otros utensilios de comida, lavarlos y desinfectarlos cuando corresponda; evitar cambios de temperatura bruscos, recintos cerrados y muy concurridos (supermercados o malls), espacios contaminados por cigarro, smog o calefacción en mal estado, y ventilar frecuentemente los espacios donde permanece el niño. Las ERV más frecuentes son:

1. Resfriado:

Es relativamente benigno y suele pasar sin necesidad de mayores cuidados.
Los síntomas, por lo general, son leves e incluyen tos, congestión nasal, temperatura moderada (no en todos los pacientes) estornudo, en ciertos casos dolor de oído y decaimiento. Es de fácil contagio y es por eso la ERV más frecuente. En los niños, tener 6 u 8 episodios por año, incluso 10 para algunos pediatras, son normales, siempre que no se agraven o comprometan otros órganos.

Se recomienda el aislamiento sólo en niños más lábiles, aquellos con sus vías respiratorias más comprometidas, enfermos crónicos o que por alguna razón tienen sus defensas más bajas. El doctor Balassa no estima necesario ausentarlos del jardín en el invierno para prevenir contagios, porque es una medida poco realista y que no contribuye a desarrollar su inmunidad.

No todos los niños sucumben ante un resfriado y los síntomas pueden presentarse más o menos severos, dependiendo de cada individuo, de la cantidad y tipo de virus, y de si existen enfermedades de base o recientes.

Asimismo, el doctor indica que no es cierto que los recién nacidos no se resfríen, como se cree comúnmente. "Es falso e incluso peligroso pensar así, porque en un niño de dos meses la inmunidad es mucho más débil y hay que ser mucho más exagerado en los cuidados. Si su madre lo está amamantando y ella es inmune a un determinado virus, le transmitirá su inmunidad al bebé, no así cuando el niño está recibiendo leche de fórmula.

2. Gripe o influenza:

Es una de las ERV más contagiosas y severas. Puede derivar fácilmente en infecciones respiratorias agudas, como bronquitis y neumonía. Los síntomas iniciales son parecidos al de un resfriado, pero estos virus son mucho más agresivos. Se caracterizan por fiebre muy alta, compromiso respiratorio, congestión nasal, de oídos, decaimiento mayor, sensación de ahogo y malestar severo. Los más pequeños suelen presentar náuseas y vómitos que podrían deshidratarlos. Se puede contraer desde el primer día de vida y como la vacuna está aprobada sólo para mayores de seis meses, las precauciones en los menores deben ser dobles.

Se transmite a través de las gotas de saliva diseminadas en el aire al hablar, toser o estornudar, y a través de las manos u objetos contaminados con el virus. En los niños se desarrollan con mayor facilidad complicaciones como laringitis, otitis, sinusitis y bronquitis. De no tratarse, podría comprometer otros órganos como las meninges.

La vacuna sirve para prevenir y no para tratar la enfermedad ya declarada, y tampoco protege contra el resfriado. Se recomienda para los menores sanos de entre 6 meses y dos años. En otros casos, según el doctor Balassa, su uso es discutible y dependerá de cada niño y de la visión del pediatra. Las personas alérgicas al huevo, por ejemplo, no deben recibirla.

Una vez contraída, las medidas son similares a las de un resfriado (reposo, mucho líquido) y la consulta al doctor es imprescindible. Él prescribirá medicamentos, como analgésicos y antipiréticos para la fiebre. Algunos pediatras también utilizan descongestionantes para aliviar al paciente, expectorantes que ayudan a eliminar las secreciones y soluciones salinas para limpiar las fosas nasales. Salvo que se complique con una infección bacteriana, no requiere antibióticos y el mal uso o abuso que se haga de ellos, además de un gasto innecesario, genera resistencia inmunitaria. Por lo general, se evitan antitusivos y aspirinas.

3. Virus respiratorio Sincicial:

Se manifiesta principalmente en menores de un año y es el principal responsable de enfermedades como la bronquitis obstructiva (inflamación de los bronquios que dificulta la salida del aire desde los pulmones), o la neumonitis (inflamación del pulmón).

Los síntomas: tos incontrolable con mucha secreción, obstrucción, ahogo, falta de oxigenación, diarrea con deshidratación, un silbido característico en el pecho (especialmente en la bronquitis) y compromiso general.

Puede presentar fiebre o cambios bruscos de temperatura. Un porcentaje considerable de niños requiere hospitalización. Por lo general, se tratan con inhaladores con broncodilatadores y oxígeno. Si la afección es severa, se usan corticoides.

"El problema es que a algunos niños este virus, a largo plazo, los deja con el pulmón más susceptible a hacer cuadros obstructivos y se pueden transformar en asmáticos. No en la mayoría de los casos, pero es un riesgo", precisa Balassa. Otro factor en contra es que no existe una vacuna para prevenirla.

No es tan epidémico ni tan masivo como la gripe, pero individualmente es más grave y complejo, por el compromiso pulmonar intenso que provoca.

Las medidas de prevención son similares a las anteriores, además del aislamiento para evitar la propagación del virus y otras complicaciones.

Si en el jardín infantil está presente el virus sincicial, es muy probable el contagio, pero no obligatorio, pues dependerá de la resistencia del niño y la severidad del virus. No en todos los niños los síntomas son tan agudos.

4. Laringitis:

La laringe es la zona más angosta de la vía respiratoria. Su inflamación (específicamente de sus cuerdas vocales), puede provocar una obstrucción de este conducto, impidiendo el paso del aire hacia los pulmones, situación especialmente crítica en los niños, pues su laringe es aún mas estrecha.

Los síntomas son similares al de un resfrío, junto con una tos ronca ('de perro'), afonía y posteriormente dificultad para respirar por falta de oxigenación, que podría derivar en una insuficiencia respiratoria. Este cuadro generalmente tiende a agravarse en la noche. Cuando se requiera de una nebulización, Balassa estima preferible hospitalizar al menor, para prevenir su agravamiento.

5. Faringitis:

Es la inflamación de la faringe (zona de la garganta entre las amígdalas y la laringe) y se manifiesta con irritación de la garganta, a veces de los ganglios linfáticos, dolor al tragar, fiebre, congestión nasal purulenta, dolor facial, de cabeza y de ciertas articulaciones.

Por lo general, ocurre como complicación de otra ERV o por adenoides, pero hoy en día es menos frecuente porque se trata precozmente. Normalmente no tiene complicaciones.

6. Otitis:

La inflamación del oído medio o externo es más frecuente, pero no exclusiva del invierno. Es una de las complicaciones más comunes de la influenza y afecta principalmente a lactantes y menores de tres años. Según las estadísticas, afecta a dos de cada tres niños y el peligro radica en que puede dañar la audición permanentemente.

Suele pasar inadvertida por los padres, porque sus síntomas no son tan visibles y para los bebés o preescolares es difícil expresar esta dolencia.
La irritabilidad y el tocarse las orejas son claves que permiten sospecharla.

Puede presentarse fiebre -aunque en este caso puede ser muy leve- al igual que náuseas, vómitos, dolor de cabeza, diarrea y somnolencia. En algunos casos hay hinchazón y enrojecimiento en la zona de los oídos.

El tratamiento se basa en analgésicos, antinflamatorios y en ciertos casos, antibióticos. Se sugiere aplicar calor local y dormir en posición semisentada.

Otras enfermedades de invierno:

Sinusitis, amigdalitis (muy peligrosa en menores de dos meses) y otros cuadros respiratorios, aun sin ser propios del invierno, pueden complicarse producto de enfermedades respiratorias virales mal cuidadas. En casos extremos éstas pueden provocar patologías como meningitis, encefalitis e insuficiencias respiratorias.

¿Conclusión? Padres prevenidos valen por dos.

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